viernes, 8 de enero de 2010

¡En el nombre de la libertad!

Por Víctor Hugo Cabrera Espinosa
Humanidades
Mayo de 2009

La libertad es el anhelo más buscado por los jóvenes de hoy, se sabe que es un regalo por el cual se experimenta la agradable sensación del poder ser; jóvenes decidiendo qué hacer, a dónde ir, a qué hora llegar, con quién andar.

No obstante, esta libertad, vestida de ensueño sin límites, es confundida y malentendida, se le considera la capacidad para poder decidir, de entre una serie de opciones, la que más resulte útil, práctica o conveniente para los fines inmediatos que se pretenden, aún cuando pueda ir en contra de lo que me dice mi recta razón y mi conciencia.

No se debe, en nombre de la libertad, optar sin distinción entre cuestiones mucho más trascendentes donde se juega la integridad, la madurez y se compromete la naturaleza moral y la dignidad personal. Es más real reconocer que existe una libertad más íntima y profunda y, por lo mismo, más comprometedora en cada uno de nosotros por la que me autorrealizo como sujeto que tiende al bien. Decidir actuar con justicia, prudencia, templanza y honestidad, es hacerme libre, es hacerme bueno.

Esta es la diferencia entre el libre albedrío y la llamada auténtica libertad.

El límite de la libertad es la propia naturaleza humana, no puedo emprender acciones que vayan en detrimento de mi integridad física, psicológica o espiritual, ni la de los demás.

Entonces; por qué hago el mal que no quiero, decía mi cuate San Agustín, porque la libertad, en vez de ser auténtica y apegarse a este orden natural de funcionamiento, se ve fuertemente influenciada por el ambiente, los cuates y los medios de comunicación que proponen modelos de comportamiento donde todos se la pasan muy bien sin responsabilidades o compromisos.

El remedio para no actuar como un insensato libertino es:

1.- Formar la conciencia moral para no perder de vista el bien, a mayor perfección del bien elegido, mayor plenitud humana.

2.- Cultivar la inteligencia reflexiva y profunda para actuar conforme a las verdades que se me presentan al conocimiento.

3.- Fortalecer la voluntad para preferir los bienes honestos o que valen por sí mismos y que me conducen a la madurez, evitando desear los bienes superficiales de lo útil, lo práctico o lo placentero.

Así es que jóvenes, debemos entender lo que es la auténtica libertad como aquella capacidad para autodeterminarse hacia la verdad que me presenta la recta razón si es que no queremos ser esclavos de una falsa libertad que huele a permisividad y sabe a soledad, desencanto y desamor.

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