martes, 19 de enero de 2010

¿A qué le apuestas?

Por Maru Cárdenas
Profesora de la Universidad
Septiembre de 2009

Al ser humano le gusta jugar, le gusta apostar. En cuanto puede apuesta por su equipo favorito de fútbol, por quién va a ganar en las carreras de caballos, invierte tiempo y esperanzas en las maquinitas, en la ruleta, en el póker, en la lotería, en las Vegas… y dicen que “the difference between a man and a boy is the price of the toy”. Algunas personas no dejan al azar el resultado de su apuesta, trabajan con ingenio y constancia por conseguir lo que se proponen. No todo es juego, algunas realidades son verdaderamente importantes en la trama existencial. Perder un juego de dominó es irrelevante, perder la relación matrimonial no es cualquier cosa. La propia biografía se pinta de color según los ideales que se persiguen. Así, unos lo dan todo por una niña, otros por su familia, otros ponen todo su empeño en su negocio, apuestan por el mundo laboral.

Todos sabemos que el éxito no está garantizando, que el sujeto-objeto de nuestros anhelos no es perfecto, como nosotros mismos tampoco lo somos, por lo que existe el riesgo de fracasar. Esta posibilidad paraliza a más de uno, mientras a otros los impulsa a entregarse más por el ideal propuesto. Julián Marías menciona en sus memorias: “Siempre he creído que la vida no vale la pena más que cuando se la pone a una carta, sin restricciones, sin reservas; son innumerables las personas, muy especialmente en nuestro tiempo, que no lo hacen por miedo a la vida, que no se atreven a ser felices porque temen a lo irrevocable, porque saben que si lo hacen, se exponen a la vez a ser infelices”[1]. El miedo al fracaso, a la desilusión evidentemente existe.

Quizá la pregunta de fondo sea por qué vale la pena apostar. Al final de la vida, ¿qué es lo verdaderamente importante? La experiencia de muchos médicos es que las personas que se encuentran con enfermedades terminales no tienen problemas para saber con claridad qué es lo importante y si su tiempo lo invirtieron sabiamente o lo tiraron elegantemente (o no tanto) por la coladera.

Sinceramente creo que todos sabemos que vale la pena apostar por el amor, por la familia, por la propia vocación. Ahora bien, en este mes patrio me atrevo a preguntar: ¿vale la pena apostar por México? Un país grande por su tamaño, más de ciento siete millones de personas; grande por su gente, con entrañables valores familiares, profunda fe y gran solidaridad; y también grande en sus problemas de pobreza, inseguridad, educación y salud, entre otros. Un país de contrastes, la distribución demográfica como la económica y la política enfrentan a sus ciudadanos a retos cotidianos que ponen a prueba la autenticidad del patriotismo. Agitar una bandera es fácil, cantar el himno con emoción en un estadio es prácticamente irresistible, pero estas conductas no necesariamente reflejan el verdadero amor por México. Nuestro país vive una fuerte batalla cultural, la batalla por la libertad se lleva a cabo en distintos frentes. ¿Cuál es tu posición? ¿Cuál es tu aportación? Ante los claroscuros nacionales no podemos fingir ignorancia, no basta denunciar-criticar, es necesario apostar por México. Sí, hay problemas y son muchos, pero lo positivo es mucho más que lo negativo. En el propio territorio hay trigo y también cizaña, hay que trabajar para cosechar. Mientras algunos se lo piensan, otros ya han apostado por México; no es casualidad que la Morenita haya elegido el cerro del Tepeyac para quedarse entre nosotros, Juan Pablo II no se cansó de repetir en cada uno de sus viajes el “México, siempre fiel” con el que nos recordaba y encomendaba una misión más allá de las fronteras. Josefa Ortiz de Domínguez, José María Morelos y Pavón, Francisco I. Madero, Manuel Clouthier, Luis Donaldo Colosio, Carlos Abascal, Margarita Zavala y muchos más han creído en México. ¿Y tú?

[1] Martín Descalzo, J.L. (1992). Razones desde la otra orilla. 8° ed. Madrid: Atenas. Pág. 133.

No hay comentarios:

Publicar un comentario