viernes, 8 de enero de 2010

Las ironías de la vida

Por Marlene Ríos
Alumna de Psicología
Agosto de 2009

Veo ya meses atrás. Puede ser un recuerdo más. Pero no, en realidad nunca será sólo eso. Esta experiencia ha marcado mi vida. No quiero escribir esto para que lo lean y piensen algo de mí, quiero escribir esto para yo poder revivir.

Cada momento vivido en esa prisión fue sentir la libertad auténtica. No existían barrotes para limitarme a conocer nuevas personas, no existía reloj en mi brazo para decirme que iba tarde, a tiempo, o temprano. No había celular que me tuviera atada a las llamadas o al radar familiar. Sólo existía la plena libertad.
Al llegar a Islas Marías temí por no saber a qué iba. Al ver a los presos me sentí intimidada por sus tamaños y por sus miradas, algunas de ellas vacías, otras con odio, pero la gran mayoría con sed. Nunca olvidaré la mirada de algunos de ellos… es verdad ese dicho: “Una mirada dice más que mil palabras”. Pero esas mil palabras y esa mirada eran gritos de ayuda.
Ellos no nos necesitan, ellos no me necesitan. Yo soy y fui un simple instrumento que buscó hacer Su voluntad en cada momento. Yo sé que mis palabras fueron las de Él, yo sé que mi pequeñez es infinita y Su grandeza, inimaginable.
Cada corazón que Dios tocó es especial, cada corazón que abrió su puerta, aunque fuera sólo un poquito, Él se encargó de derramar toda Su bondad, todo Su amor, todo Su ser.
Tal vez ellos han sido condenados por la ley humana, pero algunos son ya perdonados por Dios. Ellos ya son libres, aún viviendo en una prisión.
Mi experiencia en estas misiones es palpar el amor Divino hacia nosotros pecadores. No hay dolor o acción más grande e hiriente de la cual la persona pueda arrepentirse y que el amor de Dios no perdone.
Islas Marías es una paradoja más de la vida. La libertad auténtica en una prisión… ¿qué ironía no?

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